Los fusiles militares de percusión fueron un gran avance tecnológico y precursores de los grandes cambios armamentísticos en la segunda mitad del siglo XIX. Podemos considerarlos como armas de transición hacia los nuevos sistemas de repetición y desaparición de la pólvora negra como propelente de las armas ligeras. Su importancia en la historia se debe a lo convulso de las políticas geoestratégicas y los grandes conflictos en que se vieron envueltas. La actual sociedad moderna nos permite revivir y practicar con este tipo de armas con fines puramente lúdicos y deportivos.

 

ANTECEDENTES HISTÓRICOS

Los fusiles militares de percusión y cañón estriado aparecen a mediados del siglo XIX como evolución natural del mosquete de chispa y ánima lisa. El fulminante de percusión eliminaba muchos problemas, y no solo de ignición, pues la formación de los soldados era mucho más rápida. Las llaves de chispa tienen una cierta complejidad, especialmente para los inexpertos, problema que quedaba resuelto con el fulminante de percusión.

Sin embargo los primeros fusiles militares de percusión y cañón estriado, que denominamos de transición, tuvieron problemas con la recarga, pues tras unos disparos quedaban inservibles por el acúmulo de los residuos de combustión que impedía introducir un nuevo proyectil.

Para obtener las ventajas de las estrías, alcance, potencia y precisión, el proyectil debía clavarse en las mismas. Para ello se diseñaron varios sistemas en los que el proyectil se cargaba sub-calibrado y ya el la recámara lo dilataban a base de golpes de baqueta. Proceso lento y que arruinaba las condiciones balísticas del proyectil.

Resuelto el problema de un rápido y seguro encendido, y establecido que las estrías favorecían la precisión y aumentaban el alcance, necesitaban un proyectil que se pudiera cargar, incluso con el ánima sucia, sin necesidad de un complejo y largo proceso de recarga.

Los técnicos militares de la época (Minié, Thouvenin, Delvigne, La Marmora, Pontcharra, Brunswick etc.) se aplicaron a buscar una fórmula que simplificara el proceso de recarga y a la vez aumentar la potencia, precisión y alcance respecto de sus predecesores.
Así aparecieron toda una serie de innovadores fusiles y proyectiles sub-calibrados, algunos de ellos bastante excéntricos.

Aprovecharon los pobres conocimientos que se tenía de la balística de interior, y se llegó a importantes avances con resultados notorios, que desembocaron en el proyectil de forzamiento automático, por expansión forzada mediante conos añadidos, o compresión por inercia en el momento del disparo. Hoy denominamos a este tipo de proyectiles minié, y son fruto del trabajo que realizaron muchos técnicos militares en lugares distintos, cada cual con sus propios ensayos y conclusiones (proyectiles ovoides, asimétricos, cuña de expansión etc.).

Finalmente la mayoría de los ejércitos contemporáneos aceptaron el proyectil cónico sub-calibrado de base hueca en sus múltiples versiones y longitudes. Casi todos cumplían bien su objetivo, que no era otro que poder efectuar repetidas descargas con potencia, precisión y gran alcance.

Sin duda alguna el Enfield P53 ha sido el modelo referente a la mayoría de fusiles reglamentarios de gran parte de los ejércitos de todo el mundo, excluyendo los centroeuropeos que tienen su propia “personalidad”.

El proyectil del tipo conocido como Minié marcó un antes y un después en la historia sobre la evolución de las armas, con el comienza si no la era de las armas rayadas, si la de la los disparos certeros y contundentes hasta muy larga distancia, la precisión letal.

El calibre más usual de estos fusiles fue el .58, y el de los proyectiles oscilaba entre los .560 y .570, aunque algunos modelos fueron de mayor o menor calibre. Sin embargo el peso del proyectil, independientemente del calibre, parece que fue bastante estable, oscilando entre los 400 y 600 grain (26/39 gramos) por lo que su poder letal o invalidante, lo mantenían a lo largo de toda su trayectoria. Algunos escritos de la época (GUN Work Editrice) citan que a 1000 yardas (914 mts) eran capaces de atravesar una tabla de pino de 10 cm. con la carga normal de guerra, que oscilaba entre los 3,5 y los 4 de pólvora del tipo militar que era de una calidad aceptable, pero inferior a la comercial denominada fine. Con esta carga se obtenían velocidades en boca que oscilaban entre los 250 y los 330 metros por segundo. La velocidad residual a la distancia citada se estimaba en 60 mts con un proyectil de 500 grain, el peso más habitual, y perfectamente capaz de provocar graves daños.

La bala minie de Luis Hurdisan Guillén

Diferentes proyectiles recuperados del bando confederado en la guerra civil de los EEUU. Imagen propiedad de War States Collectors. Ampliar

 

 

 

Proyectiles engrasados y listos para al calibrado final a .582. Están destinados al tiro deportivo con un fusil Remington Zouave original.

 

 

Cena de clausura tras concluir el Europeo 2003 disputado en Halikko-Finlandia. Astudillo y Galán. En la mesa también estaban Emilio Barquín, José Triquell, Nunci Rodríguez, Paloma y Claudia. Una mesa completita donde no se realizó ni un disparo a 25 metros, todos a 100.

 

 

 

Caja de 5 cartuchos combustibles de calidad para fusil de percusión. Aceleraban el proceso de carga, pero tenían el inconveniente de que eran muy frágiles para uso en campaña.

 

 

 

 

El Rémington 1863 Zouave, del que se produjeron apenas 12500 unidades, es el más codiciado entre los tiradores deportivos MLAIC.

 

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