Su
historia
Desde antiguo se
tuvo la necesidad de usar un elemento que obturase los
gases y evitara el temido viento balístico (gases que
escapan en el momento del disparo pasando entre el
proyectil y el cañón) que les hacia perder una parte muy
importante de potencia y regularidad en el disparo. Para
contrarrestarlo se emplearon multitud de elementos, como
la paja apelmazada, el papel contenedor del propio
cartucho (militares), la estopa de fibras vegetales,
tacos de madera o barro cocido etc...
En la época a que
nos referimos el proyectil esférico era prácticamente el
único que se usaba (tanto en armas cortas como largas)
hasta principios del siglo XIX en que comenzó el
desarrollo de nuevos proyectiles para las armas largas
rayadas. Para las armas cortas siguió usándose
principalmente el esférico, al menos hasta la aparición
del cartucho metálico de fuego central para arma corta
en el último tercio del siglo XIX.
No se sabe a ciencia
cierta quien inventó, descubrió o empleó por primera vez
el calepino, y según las fuentes varía bastante,
arrimando cada cual “el ascua a su sardina”. En
los escritos europeos anteriores a la fecha en que
comenzó a usarse en Norteamérica, no se hace referencia
clara sobre la utilización de algún tipo de envuelta
para proyectiles esféricos, por lo que me inclino a
pensar que su uso fue descubierto –o al menos sus
virtudes- por los pioneros en la colonización de los
Estados Unidos y Canadá. Aunque tampoco existen
documentos escritos, se sabe a ciencia cierta que era
usado habitualmente por los cazadores de Pennsylvania y
Kentucky, tanto para la caza como para la práctica
deportiva a que eran tan aficionados.
Mi investigación
sobre el tema me permite conjeturar una hipótesis sobre
su descubrimiento que me parece verosímil, mas si
tenemos en cuenta la situación de esos primeros
exploradores, en cuanto a necesidades de todo tipo de
herramientas y materiales, teniendo que sobrevivir con
lo más básico, que en algunas ocasiones, solo era su
rifle y un cuchillo, no disponiendo de tiendas donde
reponer lo consumido.
En esta situación
pudo verse alguno de estos cazadores-exploradores del
nuevo mundo, cuando se le acabaron los proyectiles
esféricos de su rifle (siempre que podían recuperaban el
proyectil disparado del animal abatido para su
reutilización) y en la visita anual que realizó al
almacén donde vendía las pieles y se reabastecía de sus
necesidades (pólvora, sílex, azúcar, harina etc.), se
encontró con que no había proyectiles esféricos del
diámetro que necesitaba, por lo que no tuvo mas remedio
que aventurarse a usar los de un calibre menor envueltos
en un trozo de piel fina engrasada. Cuando probó el
nuevo sistema descubrió que el proceso de carga era
mucho más fácil que bajar un proyectil de plomo clavado
a las estrías, sobre todo después de haber efectuado
algunos disparos. También permitía disparar más veces
sin tener que limpiar a fondo el cañón, pues cada vez
que bajaba un nuevo proyectil envuelto, limpiaba el
ánima del cañón. Pero lo que más favorablemente le
impresionaría, era la mayor potencia alcanzada
(optimizando el uso de la escasa pólvora de fusil) y la
precisión era muy superior, pudiendo efectuar disparos
precisos a mayor distancia. Con todas estas ventajas,
aquel humilde cazador debió quedar maravillado, pero
esta ha sido la hipótesis romántica, la mas realista
debió cursar de otra manera; seguramente algún avispado
comerciante no pudiendo ofrecer todos los calibres de
proyectil esférico (en la época no había uniformidad de
calibres ni de criterios de producción), se limitase a
tener unos pocos representativos, aconsejando la
envuelta de tela o piel para adaptarlos al calibre del
arma.
A estos cazadores se
les denominaba en la época “long rifle” (rifle largo)
haciendo alusión al arma que portaban y que les haría
famosos por su proverbial precisión en el tiro a larga
distancia y que si tenemos en cuenta los medios que
usaban (llave de chispa, proyectil esférico y pólvora
negra) veremos que parecen fantásticas, si no fuera
porque quedó constancia escrita de sus hazañas.
Es probable que en
Europa se conociera el uso del calepino antes que en el
continente americano y que la idea fuese exportada por
alguno de los que emigraron por necesidad al nuevo
mundo, pero indudablemente, fueron estos pioneros
americanos quienes hicieron un uso mas intensivo del
mismo, perfeccionando su uso y sacando el máximo
provecho del calepino o envuelta en el tiro con arma
larga.
Es a partir de ese
momento en que las armas largas de tipo civil (sobre
todo en el continente americano), empezaron a usar el
calepino (envuelta de tela sobre el proyectil esférico)
no siendo ya necesario el empleo de tacos, mientras que
en Europa su uso nunca fue mayoritario, si bien los
propietarios de las pistolas de duelo o tiro de mas alta
calidad, si que emplearon este elemento, sobre todo en
la segunda mitad del siglo XIX. En el ámbito militar,
jamás se usó el calepino o envuelta, tan solo algunos
grupos de tiradores especializados (civiles movilizados
junto con sus armas) lo emplearon y aun así muy
esporádicamente. Incluso las carabinas rayadas
(militares) de finales del XVIII y principios del XIX
cargaban el proyectil atacándolo muy fuerte a base de
golpes de baqueta, para que tomase las estrías por
deformación.
Como anécdota quiero
resaltar que los soldados suizos (1860) emplearon en su
carabina Federal unos proyectiles con envuelta de tela.
Para ello disponían de unos proyectiles cilíndricos
subcalibrados rodeados por un trozo de tela engrasada,
que empleaban en disparos a larga distancia (mas de 400
metros) y que se cargaban con el doble de la carga
normal de pólvora (7 gramos). Esto se hacía así con el
fin de permitir el disparo a una mayor velocidad inicial
(490-525 mts), consiguiendo con ello un mayor alcance
efectivo, que no era posible empleando el proyectil
original de plomo desnudo, porque cegaría las estrías
con residuos del mismo, mermando de forma considerable
la precisión del arma en los disparos siguientes. Para
facilitar la carga de estos proyectiles, los primeros
centímetros del cañón de dicha carabina, carecen de
estrías.