Todas las expediciones llegaron sin novedad al céntrico hotel
Europa de Pforzheim en que nos hospedamos todo el equipo. Modesto pero
suficiente para nuestras necesidades. Tal vez echamos en
falta un ascensor, especialmente los que nos vimos
favorecidos con las habitaciones
de la buhardilla.
La
ciudad alemana de
Pforzheim, también llamada la puerta de la
"Selva Negra" por su situación geográfica, acogió una vez más,
ya lo hizo en 1999, el Campeonato de Europa de Avancarga. La ciudad es una moderna metrópoli de mas
de 100,000 habitantes conocida por su artesanía orfebre y el
museo que acoge sus mejores obras desde el medioevo.
Las
instalaciones de tiro son excepcionales, en mas de una
ocasión las he calificado como las mejores del mundo,
aunque todo no sea perfecto, los pros superan con creces
a los contras. Con una
tradición que data desde 1450, si, no me he equivocado en la
fecha, 42 años antes de que Colón descubriera América.
Situadas en medio de un bosque (reserva protegida) a las
afueras de la ciudad, más parecen un club social, que
unas instalaciones deportivas.
En
los pasillos y salones cuelgan cuadros conmemorativos, de
los cuales el mas antiguo que pude ver databa de 1725.
Estos son tapas de barrica sobre las que algún artista
pintaba su obra mas o menos acertada y con una pequeña zona
como objetivo sobre la que se disparaba posteriormente
tratando de acertarla. Para mérito o escarnio, el nombre de
los participantes está grabado al lado de cada disparo, o en
los laterales.
Las
instalaciones de tiro, como todo el complejo deportivo, están
formidablemente bien acondicionadas y junto con la novedad
del sistema electrónico de puntuación, creo poder asegurar
que son las mejores instalaciones que conozco para la
práctica del tiro deportivo y especialmente para el de
avancarga. Los tiradores dispusieron en los puestos de un monitor que
señalaba cada uno de los impactos realizados, todo un lujo
que nos permitía disponer de mas tiempo.
Ver más.
Respecto de la
calificación de los disparos, tuve inicialmente mis dudas, pero
afortunadamente emplearon un avanzado sistema óptico de
cuatro fases con blanco físico de papel delante y otro de
testigo tras una barrera de una especie de gelatina
plástica. Todo un lujo técnico que en un principio causó
incertidumbre, pero que después de lo visto, me atrevo a
pronosticar que es el futuro de los grandes acontecimientos.
Conjuntamente con un buen “software”, los resultados salían
casi de inmediato y los desempates resueltos sin que la
“pérfida” mano humana tocara nada.
Los capitanes de equipo
podían solicitar las hojas con la secuencia de la tirada de
cada uno de sus tiradores, como también, y si fuera
necesario, el blanco testigo. Como curiosidad, este no
tenía divisiones de puntuación, solo la mancha negra
sobre un fondo marfil de las dimensiones apropiadas.
La mesa de los
puestos de tiro de 25 y 50 metros era ligeramente baja, pero
había previsto un banco para levantarla unos centímetros. La
otra “pega”, si es que se puede llamar así, fue que para el
tiro a 100 metros existen dos canchas muy diferentes entre si.
Una
de ellas está situada al fondo de la galería, es
bastante oscura, muy resguardada y no es zona de paso de
tiradores o espectadores, te sientes "recogido".
La pega es que los camastros son muy altos.
La
otra, situada en el centro de la galería, es lo opuesto.
Está en una zona de paso muy concurrida, y la
iluminación natural resulta acobardante. El camastro por
contra es bajo y de fácil acceso.
No es que
hubiera una buena y otra mala, ambas eran muy buenas, pero
diferentes, y eso creó alguna distorsión mental en los
participantes. Personalmente me gustó mas la del fondo.